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«Pon tu fe en lo que te hace sentir vivo».
Con esa convicción como brújula, Iñigo (Vizcaya, 1989) ha hecho de la escritura su refugio emocional y su manera de entender la vida. Un espacio donde convergen su amor por la naturaleza, la historia y la reflexión sobre la muerte y la condición humana.
De niño quedó fascinado por la fantasía juguetona de Gianni Rodari, más tarde por la épica de J. R. R. Tolkien, y finalmente descubrió, de la mano de Eiichirō Oda, que la emoción y la complejidad de un personaje no entienden de formatos ni fronteras.
Sus obras rehuyen las fórmulas comerciales y se adentra en territorios donde el dolor, la ternura y la conciencia se entrelazan.
Sin padrinos ni campañas de marketing, Iñigo ha construido su camino con tiempo, esfuerzo y sacrificio, convencido de que todo merece la pena cuando uno se siente satisfecho con su propio cometido.
Consciente de la dificultad que supone abrirse paso en el mundo literario, no se arrepiente de nada invertido en sus proyectos: escribe porque necesita hacerlo, y porque sabe que, algún día, sus libros quedarán como un testimonio eterno de su paso por el mundo.
Mientras existan emociones por contar, habrá historias que merezcan ser escritas.
